La locura es una enfermedad que no se puede curar

El encierro era desesperante para Omar. Él, se sentía capaz de aguantarse muchas cosas, pero no podía aguantar estar entre cuatro paredes. La rutina lo aburría, las drogas lo embrutecían, la soledad lo acechaba, golpeaba las paredes, sus gritos, dibujaba ese extraño símbolo en la pared, una y otra vez, uno encima de otro; en un principio su agresividad se volvía recurrente y cada vez en esa soledad no hacía nada más que pensar en su hija, en el pasado, en su presente, pero nunca en su futuro.

Nunca se atrevió a pensar en cómo seguir viviendo con la ausencia del amor. Lo único que llegaba al sanatorio era la luz del día, de la noche. Tres barrotes eran lo que le impedía tener libertad, esos barrotes, al mismo tiempo, eran la única salida que Omar podía tener en ese lugar. Mirar, mirar y mirar fue la salida más temprana que encontró. Pronto se le convirtió en una obsesión, todos los días se posaba frente sus tres barrotes, muy queridos, miraba hasta que el tiempo se lo dejara.

Veía niños, madres, hombres, jóvenes, ancianos, veía Mónicas, Susanas, Omares, veía sus sueños pasar y quedarse encerrados en cuatro paredes. Diez meses pasaron, pero fueron como diez años, como diez años en los que sólo había tenido espacio para hablar con su cerebro, para preguntarle a "Dios" por qué se le había transformado la vida de esa manera. Ilógicamente nunca obtuvo respuesta alguna. Así que Omar decidió que su vida no dependía más de las respuestas que le dieran, sino de las que él encontrara. Mejoró mucho su actitud, se tranquilizó y los psiquiatras diagnosticaron una recuperación acelerada. Lo dejaron salir para que pudiera vivir de nuevo su vida normal. Volvió a la casa de su madre pero no encontró ni rastros de lo que había sido ella, a veces, pensó Omar, le cambiaron a su madre y él ni se dio cuenta. Lo poco de dulce y comprensiva que era la mamá se cambió por una psicosis absurda, inicios de alzhéimer. Unos cuantos días y Omar ya estaba jarto de estar allí. Pero era viernes, uno de los días que más le gustaba. No aguantó más los insultos, maltratos e incongruencias de su madre, agarró sus llaves, se puso un saco y se fue para el septimazo.

Entró en un bar de Jazz llamado "Voodoo". Se tomaba una cerveza en la barra cuando una palma golpeó su hombro y se dio cuenta que eran sus viejos amigos de la universidad. Ellos tenían una banda de Jazz, pero el baterista les había quedado mal así que le pasaron una partitura rítmica a Omar y le preguntaron si se acordaba de tocar como lo hacía en la universidad. Omar les ayudó, al fin del toque se quedaron tomándose unas cervezas, contándose sus vidas, Omar omitió muchos elementos de su pasado y lo único que dijo fue que estaba buscando donde vivir. Ellos le ofrecieron su apartamento ya que había un cuarto vacío pero Omar no tenía con qué pagarles, así que ellos le ofrecieron que fuera el nuevo baterista y con lo poco que ganara en la banda podía pagar. Omar se fue al poco tiempo y dejó a su madre para poder encontrar las respuestas que estaba buscando para él.

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