Obsesión

La alegría puede durar lo que se demora un fósforo en consumirse si se compara con la duración de la vida, los momentos trágicos perduran en nuestro inconsciente a través del tiempo y algunas veces esos momentos se pueden convertir en alegrías, pero... no podemos olvidar que siempre han sido trágicos.

Acabo de abrir los ojos y siento algo que hace rato no sentía, los vidrios de mi cuarto están totalmente empañados, la noche anterior estuvo envuelta de agua y el torrente no paró hasta que me levanté, es como si la naturaleza se confabulara para ayudarme a seguir mirando.

Me paro mientras mi cama hace unos chirridos que parecen de película de terror. Después de ir al baño, cepillarme, orinar, mirarme la cara por unos cuantos minutos y afeitarme; me voy para la cocina en donde preparo café, abro un gabinete en el que hay una caja de fósforos y un paquete de cigarrillos, enciendo uno, me sirvo una taza de café. Me pongo encima una cobija de lana porque al abrir el ventanal se siente un frío espantoso, pero es preferible hacerlo porque si no abro la ventana es como si no viera nada. De repente puedo observar como el sol va saliendo de esas nubes opacas que atormentaron la noche y es instantáneo el momento en que la gente comienza a andar en las calles de la ciudad, pasan aproximadamente entre un mínuto a un mínuto y medio en que las personas empiezan a salir de sus casas para irse a trabajar. Ricardo es el primero que sale, siempre a las 8:30, pero si está lloviendo espera media hora a que escampe y si no pasa, se va en taxi; La señora Elena saca a su perro casi siempre dos minutos después en que Ricardo se ha montado al bus; Don Nelson, el de la tienda, se demora una hora más en abrir cuando llueve, porque sabe que es una pérdida de tiempo abrir tan temprano si nadie va a salir de su casa; Ester, la anciana más atlética que conozco, se pone siempre una sudadera color pastel y sus tenis blancos para salir a trotar algunas veces con un grupo de la tercera edad, otras veces sola, pero siempre procura salir todos los días en la mañana menos los jueves, el día en que su nieto tiene libre en el trabajo y deja que su abuela lo consienta y le prepare comida.

Muchas de las personas que transitan por esta calle son totalmente desconocidas, pero hoy acabo de ver una mujer que no había visto nunca rondar por el barrio, me causó mucha curiosidad saber más de ella, así que dejé mi rutina normal y agarré mi cuaderno de las vistas en el que tengo un seguimiento de las personas que me llaman mucho la atención, no han sido muchas y algunas ya no existen, pero definitivamente esta mujer iba a ser una de las más importantes entre las líneas de mi escrito. La observé fijamente por unos cuantos minutos, su comportamiento fue bastante extraño, se le notaba que no era de una persona comun, de hecho no supe en ningún momento que era lo que estaba haciendo. Miré el reloj y me di cuenta que ya iban a ser las 11 am, así que por términos del horario y mi agenda me tocó abandonar, llevé el cuaderno a mi cuarto y lo guarde dentro de una gaveta de mi mesa de noche debajo de la foto de mi hija. Antes de irme me despido de ella como suelo hacerlo todas las mañanas y le dejo una lista de reproducción en el computador con su música favorita para que no se sienta sola. Saco un calmante, me lo tomo con un vaso de agua que está en la mesa de noche desde varios días. Dejo la taza en el lavaplatos y me voy.


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